Respirar por la nariz o por la boca no es opcional; no hacerlo correctamente tiene consecuencias para la salud, sobre todo en los niños porque se encuentran en pleno periodo de desarrollo y crecimiento. Así lo resume Christian Calvo, miembro de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl-CCC): “La nariz cumple unas funciones que la boca no es capaz de hacer”.
La nariz tiene la misión de limpiar el aire de impurezas, calentarlo y humedecerlo antes de que llegue al pulmón. “Este es uno de los motivos por los que los pacientes con enfermedades pulmonares como el asma se benefician tanto de conseguir una adecuada respiración nasal”, argumenta el experto.
En esa línea, Victoria Rodríguez de la Rúa, editora jefe de la web En Familia de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y pediatra en el Centro de Salud El Cristo, en Oviedo, relata que “los pelillos que hay en la nariz actúan como filtro en la defensa frente a agentes irritantes y microbios y todo ello ayuda a disminuir los procesos infecciosos”.
Pero no acaban ahí las repercusiones de una respiración incorrecta; cuando se prolonga en el tiempo, se pueden producir alteraciones que afectan a la mandíbula, los dientes e, incluso, la forma del rostro.
Algunas personas respiran por la boca porque tienen una obstrucción nasal, pero en otros casos se debe a un mal hábito. “La causa más frecuente suele ser la dificultad mecánica al paso del aire por las fosas nasales, sobre todo por el aumento de las adenoides (vegetaciones), que es muy habitual en los primeros años de vida”, expone Rodríguez de la Rúa”.
Otros motivos menos frecuentes son el desvío del tabique nasal o un tamaño pequeño de la fosa nasal. Calvo aclara que en adultos “es menos probable encontrar hipertrofia de las adenoides, pero es más frecuente hallar pólipos nasales”.
En los niños también son muy comunes las infecciones de repetición y la rinitis alérgica, que obligan a respirar por la boca y a perpetuar esta modalidad de inspirar y espirar incluso cuando el episodio alérgico o la infección ha terminado.
El otorrinolaringólogo comenta que también hay pacientes que podrían respirar por la nariz porque ya han sido tratados o porque tienen una nariz funcional, pero usan la boca. Estos casos pueden deberse “a una cuestión de hábito o a un problema de desarrollo del rostro”. En este último supuesto, se ven obligados a abrir la boca porque están incómodos y, como consecuencia, la usan para respirar, dando lugar a un círculo vicioso.
¿Cómo se puede averiguar si un niño respira correctamente? Según explica la pediatra de la AEP, “debemos fijarnos en cómo respira el niño prestando atención a algunos signos que nos orientan de que es un respirador bucal”:
En cualquiera de los tres supuestos anteriores se debe acudir al pediatra para que valore al niño.
Las consecuencias de respirar por la boca suelen ser más acusadas en los más pequeños. “Respirar de forma continua por la boca altera el crecimiento facial, produciéndose un paladar ojival, cara alargada, nariz estrecha, maloclusión dental con barbilla retraída, sonrisa gingival y alteraciones en la disposición de los dientes”, resume Rodríguez de la Rúa. Además, mantener la boca abierta lleva a que se produzca “una disminución de la saliva, lo que puede hacer que el niño tenga mal aliento o más facilidad para las caries”. Asimismo, si ronca mucho puede alterarse su sueño, con cansancio matutino, irritabilidad y dificultad de atención, con la consiguiente afectación del rendimiento escolar. La respiración bucal también empeora la postura corporal.
Calvo explica a qué se debe esta gran repercusión en la forma de la cara y la colocación de los dientes: “Los niños en fase de crecimiento precisan tener la boca cerrada para que la musculatura de la cara, y en especial de la lengua, ayuden a guiar un adecuado crecimiento facial”.
Los expertos indican que la respiración bucal es muy frecuente y todo parece indicar que está aumentando por el incremento de la prevalencia de la rinitis y otros factores. Afortunadamente, existen tratamientos eficaces, que deben ser siempre multidisciplinares. Médicos de familia, pediatras, otorrinos, logopedas y odontólogos/ ortodoncistas son los principales profesionales que intervienen.
Una vez que el médico de familia o el pediatra deriva al paciente, es necesario que el otorrino valore si existe una obstrucción nasal. En caso afirmativo, el especialista intentará, si lo considera pertinente, “un tratamiento con lavados y espráis nasales, entre otros”, especifica Calvo. Si no es efectivo, puede ser aconsejable el tratamiento quirúrgico dirigido al sitio de la obstrucción: extirpar las vegetaciones, cirugía del tabique nasal, cirugía de los cornetes inferiores de la nariz...
Pero si lo anterior no da resultado porque el paciente sigue sin respirar por la nariz, así como cuando se descarta la obstrucción y se comprueba que se trata de un mal hábito que se ha perpetuado, suele ser conveniente la intervención de un logopeda que le enseñe a respirar correctamente. Asimismo, muchos niños requieren una ortodoncia para corregir la desviación de la mandíbula y colocar bien los dientes.
Calvo subraya la estrecha relación que debe existir entre el dentista pediátrico y el otorrino: “Somos vecinos; el otorrino trabaja en el piso de arriba y el dentista, en el de abajo”, de tal manera que “el trabajo de uno influye en el del otro”.
Este experto hace hincapié en el diferente enfoque de la respiración oral en pacientes adultos y pediátricos. “En adultos el objetivo principal es la calidad de vida. En este caso, se le explica al paciente lo que puede ganar y los riesgos a los que se enfrenta”. Después, será él el que decida si quiere tratarse o no. En cambio, los niños tienen, según Calvo, “poca conciencia corporal y es nuestro deber, junto con los padres, decidir el tratamiento adecuado”. El objetivo es lograr un equilibrio: “Dar el mayor beneficio posible al paciente produciéndole el menor daño”.
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